05/05/2025

UNA HISTORIA QUE NACIÓ EN LA SELVA

Este 2025, Inkaterra celebra 50 años. Al conmemorar este hito, invitamos a nuestros lectores a revivir los momentos que nos marcaron: historias que posicionaron a Inkaterra como pionera del ecoturismo y el desarrollo sostenible en el Perú, y que siguen inspirando a la industria turística. Esta es una de esas historias.

Nuestra historia comienza con una travesía marcada por la curiosidad, el cine y una profunda conexión con la naturaleza. En 1972, José Koechlin, fundador de Inkaterra, coprodujo Aguirre, la Ira de Dios, el clásico de culto del cineasta Werner Herzog. Pero esta experiencia fue mucho más que una película. Además de mostrar la majestuosidad de los paisajes peruanos, el proyecto buscaba despertar el interés por el Perú, impulsando el turismo hacia nuestra tierra. Fue en ese viaje cinematográfico cuando Joe descubrió una nueva visión de viaje: ofrecer a los viajeros una experiencia auténtica e inmersiva en la naturaleza, al tiempo que contribuyera a su protección.

Werner Herzog & José Koechlin

Inspirado por esta vivencia, Joe se embarcó en su siguiente gran aventura, esta vez con un sueño aún más ambicioso: fundar un albergue en el corazón de la Amazonía peruana. La travesía lo llevó al Bajo Madre de Dios, una región de selva prístina y biodiversa, donde encontró el lugar perfecto hacer realidad su visión.

José Koechlin, Inkaterra Reserva Amazónica

Así, en 1975, nació Inkaterra con la creación de nuestro primer albergue: Cusco Amazónico, hoy conocido como Inkaterra Reserva Amazónica. Acompañado por parte del equipo de producción de Aguirre, entre quienes estaban Jorge Enrique Seoane y Gustavo Cerf, Joe construyó las primeras cabañas usando únicamente hacha y machete para generar el menor impacto posible sobre el entorno. La arquitectura, inspirada en la cultura Ese’Eja, utilizaba materiales nativos que se integraban con armonía al paisaje.

Archivo fotográfico de la construcción de Cusco Amazónico

Los comienzos fueron humildes, pero memorables, muy distintos del lujo por el cual hoy se distingue Inkaterra. Para recibir a su primer grupo de viajeros —una delegación del Banque Nationale de Paris— se prestaron colchones del Ejército, los cuales llegaron una hora antes del arribo de los pasajeros. Cada visitante debía traer su propia almohada, y las toallas y frazadas se entregaban al llegar. Las duchas eran al aire libre y una canoa servía como lavamanos. Nada era convencional, pero todo formaba parte de una experiencia auténtica y transformadora para quienes se animaban a explorar la selva peruana a mediados de los setenta.

Hoy, medio siglo después, Inkaterra sigue firme en su compromiso con la conservación, la investigación y la hospitalidad, pilares que han guiado nuestra visión desde el primer día. Orgullosos de nuestros orígenes, seguimos avanzando con el mismo espíritu de respeto por la naturaleza y dedicación al ecoturismo. Porque esta historia, nacida en la selva, aún tiene muchas páginas por escribir.

Anteriormente conocido como Cusco Amazónico, ahora Inkaterra Reserva Amazónica