14/10/2025
Se dice que el Valle Sagrado tiene su propio latido. Sus montañas respiran historias de tiempos antiguos, y la tierra guarda memorias que solo se revelan a quienes saben escuchar en silencio. Fue aquí, hace diez años, donde nació Inkaterra Hacienda Urubamba.
Bajo la visión de Denise Koechlin, la idea nunca fue construir un hotel, sino dar vida a una casa que pareciera haber pertenecido siempre a la tierra. Inspirada en la serena elegancia de las haciendas andinas tradicionales, la propiedad fue modelada a lo largo de la ladera —en respeto por el suelo fértil y las antiguas tradiciones que dan alma al Valle.
Su arquitectura se integra de forma natural al paisaje: muros de adobe, techos de teja y una luz cambiante que entra por amplios ventanales, enmarcando las nubes que pasan y los picos que custodian la distancia.
Al amanecer, las Casitas y suites se abren a la primera luz. La neblina se desliza suavemente sobre los campos, el aire lleva el aroma de la tierra y el tiempo parece moverse al ritmo pausado del valle. En el interior, los tejidos, las texturas naturales y las piezas de arte precolombino hablan de raíces profundas —de un legado que sigue vivo y respirando en cada rincón.
En Mayu Spa, el conocimiento ancestral andino fluye a través de rituales que se nutren de las propias plantas, aguas y piedras del valle. Cada experiencia invita al equilibrio —al regreso a uno mismo— así como el Valle enseña armonía a través de la calma.
Hoy, diez años después —y mientras Inkaterra celebra su 50 aniversario— Inkaterra Hacienda Urubamba sigue siendo lo que siempre estuvo destinada a ser: una casa nacida del Valle, donde el espíritu andino, la naturaleza y la memoria se unen en serena armonía.